Podría escribirte unos versos
en que decirte que lo que pasó hace un año
fue que iluminaste mi camino,
que estaba perdido
y tú me recogiste.
Podría decirte 365 veces,
una por cada día a tu lado,
que te quiero.
Podría ahora ponerme a contar
todos los días que te he echado de menos,
pues han sido muchas
las veces en que he querido volar
y posarme en tu alféizar.
Podría colorear el azul del mar,
el verde de tus ojos,
el rojo de tu pelo,
la luz de tu sonrisa,
la miel de tu piel...
Podría gritar al mundo entero
lo feliz que me siento
desde hace un año,
desde hace tan poco tiempo.
Pero yo me conformo con tu primavera,
con el calor que derritió mi hielo,
con este año de buenos momentos:
de Parque Güell, de Ciutadella,
de Llanes, San Roque y Poo,
de Oviedo y de Gijón,
de Santurtzi y de Bilbao,
del Gótico y de Salou,
de 4 gatos,
de volver a casa en el nit bus,
del salón de mi casa en el sofá
viendo cualquier cosa en televisión,
de tus bizcochos,
tu salsa de queso azul,
de despertar y poder, por fin,
ver tu cara en primer plano
y cerrar los ojos y al volver a abrirlos
verte de nuevo la cara,
en primer plano,
y ver como al verme
se te escapa una sonrisa
que curó mi invierno,
que me sacó del laberinto.
Hoy, un año después,
me pido otra ración.
Quiero repetir,
por lo menos,
hasta septiembre de 2006.
en que decirte que lo que pasó hace un año
fue que iluminaste mi camino,
que estaba perdido
y tú me recogiste.
Podría decirte 365 veces,
una por cada día a tu lado,
que te quiero.
Podría ahora ponerme a contar
todos los días que te he echado de menos,
pues han sido muchas
las veces en que he querido volar
y posarme en tu alféizar.
Podría colorear el azul del mar,
el verde de tus ojos,
el rojo de tu pelo,
la luz de tu sonrisa,
la miel de tu piel...
Podría gritar al mundo entero
lo feliz que me siento
desde hace un año,
desde hace tan poco tiempo.
Pero yo me conformo con tu primavera,
con el calor que derritió mi hielo,
con este año de buenos momentos:
de Parque Güell, de Ciutadella,
de Llanes, San Roque y Poo,
de Oviedo y de Gijón,
de Santurtzi y de Bilbao,
del Gótico y de Salou,
de 4 gatos,
de volver a casa en el nit bus,
del salón de mi casa en el sofá
viendo cualquier cosa en televisión,
de tus bizcochos,
tu salsa de queso azul,
de despertar y poder, por fin,
ver tu cara en primer plano
y cerrar los ojos y al volver a abrirlos
verte de nuevo la cara,
en primer plano,
y ver como al verme
se te escapa una sonrisa
que curó mi invierno,
que me sacó del laberinto.
Hoy, un año después,
me pido otra ración.
Quiero repetir,
por lo menos,
hasta septiembre de 2006.
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