29 agosto 2007

Jaén

Las chimeneas humean cada 10 kilómetros
y en cada curva hay un camino de jornaleros,
y en cada olivo kilos de aceitunas,
gordas si ha llovido,
pocas si sólo han visto el Sol.

Y un poco más allá
la sierra se alza entre la niebla
con sus chimeneas humeantes,
sus tractores,
sus caminos,
los nacimientos de sus ríos,
sus ciervos y sus berridos,
sus acantilados y sus castillos.

Sólo hay que bajar de la Meseta,
dejar atrás las navajas y los molinos,
Despeñaperros y esas llanuras castellanas
y entonces llegan los olivos,
Baeza, Úbeda y Bailén,
Cazorla y el Guadalquivir...
entonces llega Andalucía...
entonces llega Jaén...

C o M

Todo lo bueno y lo malo cabe dentro de un papel
y si mi lápiz se digna a escribir
hoy he decidido salir por ahí,
mirar un poco a ver que encuentro.

Hoy que nieva y hace frío
quizás pueda verle el ombligo a
la Luna,
quizás la casualidad me traiga mi destino.

Todo lo que puedo escribir alguna vez lo soñé
y hace tiempo que solo sueño con tu pelo,

que todos los caminos me llevan a la misma estación
.
 
Hoy que el cielo está gris y hace frío,
no puedo encontrar tu calor,

que cien kilómetros se convierten en mil

siempre que tú no estás conmigo.

Todo este papel una vez estuvo lleno de garabatos
y, aunque ahora no logre que tenga mejor aspecto,

hoy he decidido quedarme a dormir

mientras espero que pasen la nieve y el frío,
otro día quizás encuentre otro destino

que me diga que cien no es lo mismo que mil,

que me acerque para siempre a ti.

Sobre tu pecho


El día menos pensado
te escribo el mejor poema del mundo,
mientras tanto

tendrás que conformarte con mi sonrisa

cada vez que te miro,

cada vez que pienso en ti.


Mientras llegue ese momento
deja que me vaya arrastrando
entre letras y palabras
que no te llegan a la suela de los zapatos,
ni se acercan al olor de tu pelo.  

Cualquier día llego y te canto
la canción más bonita del mundo,
llamaré a Bottor para que me ayude,
mientras tanto
tendrás que conformarte con mi sonrisa

cada vez que te miro
y con alguna canción que ya exista.

El día menos pensado
me tienes viviendo sobre tu pecho.

El acantilado

Y allí estaba yo. De cara al mar. Al filo del acantilado. El Sol hacía rato que estaba intentando esconderse pero ahí estaba. Tocando el agua con la punta del dedo del pie. El mar ya está lo suficientemente caliente para darse el baño de todas las noches.

El Sol hacía rato que estaba intentando esconderse pero había conseguido seguirlo hasta ahí. No se me da bien nadar. No podría seguirlo más. Tendría que dar media vuelta y empezar a correr hasta el horizonte. El horizonte estaba en aquellas montañas. Tan pequeñas desde aquí que me cabían en una mano.

El horizonte estaba en aquellas montañas y no me quedaba más remedio que empezar a caminar. Otra vez a recorrer todo el valle. A cruzar el pueblo. A tomar algo en la posada. A contar como ha ido hoy a los que me quieran escuchar mientras tomamos una cerveza. Tengo más de ocho horas para llegar al horizonte. Y si no llego pues me doy la vuelta y otra vez hasta el acantilado.

Siempre quise llegar más allá del acantilado. Pero no se me da bien nadar. Así que el acantilado es mi final. ¿O lo son las montañas? La verdad es que sólo un par de veces he conseguido llegar hasta su pie. Siempre me entretengo en la posada. Siempre hay alguien que me quiere escuchar. Que no se cansa de escuchar. Y yo encantado de hablar. No se me da bien nadar pero sí que se me da bien hablar. Me gusta hablar. Igual que me gusta el Sol.

Me gusta hablar. Y cuando me cruzo con alguien siempre le saludo. Algunos creen que estoy loco por seguir el Sol. Tal vez. O tal vez los locos son ellos. Ven el Sol cada día y todavía no aprecian su belleza. No saben lo bello que es seguirlo. Desde las montañas hasta el acantilado. Una vez un forastero me dijo que el Sol aparece más allá de las montañas. Que una vez pasas las montañas hay otro horizonte y que el Sol aparece desde allí. Tal vez. Quizás alguna vez cruce las montañas para buscar el otro horizonte. Quizás hay otro acantilado más allá.

Pero todavía no me he cansado de ver este acantilado cuando el Sol está a punto de darse su baño diario. Quizás detrás del mar hay otro acantilado. Quizás algún día pueda alcanzarlo. Quizás algún día aprenda a nadar.