29 agosto 2007

El acantilado

Y allí estaba yo. De cara al mar. Al filo del acantilado. El Sol hacía rato que estaba intentando esconderse pero ahí estaba. Tocando el agua con la punta del dedo del pie. El mar ya está lo suficientemente caliente para darse el baño de todas las noches.

El Sol hacía rato que estaba intentando esconderse pero había conseguido seguirlo hasta ahí. No se me da bien nadar. No podría seguirlo más. Tendría que dar media vuelta y empezar a correr hasta el horizonte. El horizonte estaba en aquellas montañas. Tan pequeñas desde aquí que me cabían en una mano.

El horizonte estaba en aquellas montañas y no me quedaba más remedio que empezar a caminar. Otra vez a recorrer todo el valle. A cruzar el pueblo. A tomar algo en la posada. A contar como ha ido hoy a los que me quieran escuchar mientras tomamos una cerveza. Tengo más de ocho horas para llegar al horizonte. Y si no llego pues me doy la vuelta y otra vez hasta el acantilado.

Siempre quise llegar más allá del acantilado. Pero no se me da bien nadar. Así que el acantilado es mi final. ¿O lo son las montañas? La verdad es que sólo un par de veces he conseguido llegar hasta su pie. Siempre me entretengo en la posada. Siempre hay alguien que me quiere escuchar. Que no se cansa de escuchar. Y yo encantado de hablar. No se me da bien nadar pero sí que se me da bien hablar. Me gusta hablar. Igual que me gusta el Sol.

Me gusta hablar. Y cuando me cruzo con alguien siempre le saludo. Algunos creen que estoy loco por seguir el Sol. Tal vez. O tal vez los locos son ellos. Ven el Sol cada día y todavía no aprecian su belleza. No saben lo bello que es seguirlo. Desde las montañas hasta el acantilado. Una vez un forastero me dijo que el Sol aparece más allá de las montañas. Que una vez pasas las montañas hay otro horizonte y que el Sol aparece desde allí. Tal vez. Quizás alguna vez cruce las montañas para buscar el otro horizonte. Quizás hay otro acantilado más allá.

Pero todavía no me he cansado de ver este acantilado cuando el Sol está a punto de darse su baño diario. Quizás detrás del mar hay otro acantilado. Quizás algún día pueda alcanzarlo. Quizás algún día aprenda a nadar.

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