Entre el otoño y el invierno
los días sólo son grises,
la soledad de los bancos del parque,
el frío sigue abriendo cicatrices.
Mis zapatos ya no andan
hacia donde les guían mis pies
y mis pies están demasiado cansados
como para llevarles la contraria.
Y yo ya no sé si quiero primaveras
ni pájaros
ni Sol
ni veranos,
prefiero una eterna Nochevieja
en que siempre estoy borracho.
No sé que he de esperar de mí,
qué es lo que dice mi horóscopo de hoy...
Si mirando, prestando atención,
se aprende algo
tal vez sea un puto sabio,
pero las noches tristes de Luna nueva
en que la Luna se mete en mi habitación
y me da algo de conversación
ya no me consuelan.
Mis ojos ya no ven lo que hay
sino lo que mis párpados les dejan ver
y ya están demasiado cansados
de mirar y no comprender,
de observar y no ser observados,
de viajar a mundos imaginarios.
Entre el otoño y el invierno
están acabando conmigo,
¡lástima que no sea culpa del frío!
sólo encharcan y congelan alguno de mis sueños
que ya había dado por perdidos.
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